Cuenta la leyenda que un joven llamado Cunyag se enamoró perdidamente de la bella princesa Pillco Huayta, quien era hija del valeroso curaca Achapuri Inquil Tupac.
El amor de ambos era tan intenso que terminaron amándose, a pesar de sus diferencias sociales. Pero cuando el padre se enteró de tal relación, se enojó tanto que prohibió ese amor. Los jóvenes, se resistieron a esa idea y huyeron hacia Nunash y buscaron refugio.
Cuando se enteró Achaupuri, decidió ir por ellos, formando un gran ejército, cuando Cunyag, se enteró de lo que estaba sucediendo, instruyó al Pillco Huayta para que huyera y diera aviso a los Chupaychos, mientras él y los suyos le entablarían resistencia.
Cuando se enteró Achaupuri, decidió ir por ellos, formando un gran ejército, cuando Cunyag, se enteró de lo que estaba sucediendo, instruyó al Pillco Huayta para que huyera y diera aviso a los Chupaychos, mientras él y los suyos le entablarían resistencia.
Grande fue la sorpresa de Cunyang, al ver que el ejército del curaca estaba comandado por el Amaru (serpiente alada). Al ver lo que pasaba, Cunyang, huyó desesperadamente hacia su pueblo, pero Amaru voló inmediatamente y lo convirtió en piedra. Y mientras contemplaba a su pueblo desde las alturas del Marabamba, sintió que lentamente su cuerpo se transformaba en piedra, al sentir esto, gritó con todas su fuerzas para que Pillco huyera hacia la selva.
El Amaru, volteó el rostro hacia la selva, se levantó en ligero vuelo y al encontrar a la princesa a orillas de un caudaloso río, sentenció que se convirtiera en una enorme montaña.
Hoy, podemos apreciar a estas dos figuras en eterno reposo: a Pillco Mozo, en Huánuco y a Pillco Huayta (Bella durmiente), en Tingo María.
Hoy, podemos apreciar a estas dos figuras en eterno reposo: a Pillco Mozo, en Huánuco y a Pillco Huayta (Bella durmiente), en Tingo María.