Cuenta la leyenda, que en un aldea, un pastor encontró las huellas de un animal, decidió seguirlas y llegó a una cueva muy estrecha, donde logró entrar gateando, pero no pudo ingresar hasta el fondo por la estreches de la cueva, al salir, se sintió embarrado de mucha tierra, pero cuando quiso limpiarse se dio cuenta que no era tierra, sino eran pepitas de oro. Inmediatamente, marcó el territorio e hizo un mapa del como llegar y se fue a su casa.
Les contó a su familia y a sus vecinos, para ir a llevarse todo el oro, pero al llegar al lugar, vieron como una criatura, mitad hombre y mitad serpiente vigilaba la entrada. Todos se armaron de valor y atacaron a la criatura, logrando capturarla y llevarla a la aldea.
La criatura habló y pidió que no lo mataran, si el moría el lago inundaría el pueblo moriría mucha gente y prometió regalarles mucho oro siempre que lo dejaran vivir.
La bestia empezó a escupir pepitas de oro. Los hombres bajaron sus armas para recoger el oro del suelo la gente emocionada se ponía el oro en sus bolsillos. Aprovechó la bestia para escapar y desaparecer para siempre. Y todas la pepitas de oro se convirtieron en flores de color dorado.