Cuenta la leyenda que hace muchícimos años atrás, durante la época colonial, existía una bella y joven mujer a quien le llamaba Tatuana, quien disfrutaba de los placeres de la vida con diferentes hombres a quienes les pedía dinero a cambio de placer.
Toda la gente no estaba de acuerdo, pues era una sociedad recatada y religiosa. Así pues, se acusó a la joven de brujería y de hacer maleficios para conseguir a los hombres. Se le acusó de codicia y de no seguir los preceptos de la iglesia. Por todas estas razones fue juzgada por el tribunal de la Santa Inquisición, y fue condenada a muerte.
Una noche antes de su muerte, pidió como su último deseo un trozo de carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con todos estos materiales, hizo una hechicería y convocó al demonio a quien le pidió que la salvase de su condena y a cambio le entregaría su alma. El demonio le sacó de la celda montada en la barca que había pintado en la pared, y la condenó a vagar por el mundo sobre su barca en los días de lluvia.
Una noche antes de su muerte, pidió como su último deseo un trozo de carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con todos estos materiales, hizo una hechicería y convocó al demonio a quien le pidió que la salvase de su condena y a cambio le entregaría su alma. El demonio le sacó de la celda montada en la barca que había pintado en la pared, y la condenó a vagar por el mundo sobre su barca en los días de lluvia.