Cuenta la leyenda, que hubo una época en la que la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía cazarse con facilidad.
Un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el venado corrió tan veloz que no vio el camino y cayó a una cueva. Para suerte del venado, en esta cueva, vivían tres genios buenos, le ayudaron a curar su pata, pues al caer se había lesionado.
Pasaron los días, y cuando el venado se repuso de sus lesiones, se despidió, muy agradecido, de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:
"¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees."
"¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees."
Sin pensarlo dos veces, el venado pidió que todos, los de su especie, estén protegidos de los hombres. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal.
Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab.
Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab.
Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas.